En estas estaciones, las horas de luz solar cada día son menos y las nubes predominan sobre los claros. El trabajo y las obligaciones, nos fuerzan a veces a coger el coche, cuando el sol ya ha caído o está a punto de hacerlo haciendo que nuestra visión no sea del todo perfecta.
El uso de lentes amarillas o naranjas para la conducción pueden ayudarnos a ver mejor en esas horas.
Para entenderlo hablaremos brevemente de la retina. La retina es la parte del ojo equivalente a lo que sería el sensor de una cámara digital, es decir, donde se plasman las imágenes que entran por nuestros ojos para que el cerebro las interprete y podamos VER.
La retina es toda la parte rojiza que vemos en la imagen (a excepción del nervio óptico). Tiene principalmente dos tipos de células, unas que se activan en condiciones de luz natural (conos), y otras que se activan cuando cae la noche y sirven para ver en condiciones de baja luz (bastones).
En el momento de la caída del sol, la retina empieza a dejar de usar los conos y pasa a usar los bastones. Se puede decir que se produce un “momento de confusión”.

Si situamos unas lentes amarillas o naranjas delante de nuestros ojos sucederá lo siguiente:
-Estas lentes, bloquearán en gran parte el paso de luz con componentes azulados. Este tipo de luz es predominante en estas horas del día/noche.
-Por lo tanto los conos interpretarán que todavía hay algo de luz natural, y por ello aguantarán un tiempo más activos.
-En estas situaciones, las lentes aumentan la luminosidad, mejoran el contraste de los objetos, y nos ayudan a ver un poco mejor.
Estas lentes no deberían ser usadas cuando saliese el sol ya que nuestros ojos recibirían un extra de luminosidad, por lo que son idóneas en situaciones de poca luz.
También ayuda a mejorar los deslumbramientos. ¿Por qué?
En este asunto entra en juego la pupila. La pupila es la parte del ojo responsable de regular el paso de luz hacia el interior, es decir, controla la cantidad de luz que nuestra retina percibe. La pupila está continuamente contrayéndose y dilatándose para cumplir su función.
Durante el día, tiende a estar más contraída para permitir menos paso de luz y de esta forma que la retina esté protegida. Durante la noche, la pupila se abre y permite el paso de más luz para poder ver mejor.
Si ponemos una de estas lentes delante del ojo, la pupila interpretará que hay más luz en el ambiente y tenderá a estar cerrada. Con lo cual una ráfaga de luz, procedente por ejemplo de los faros de un coche, molestará menos si la pupila está cerrada que si está dilatada.
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